sábado, 21 de junio de 2008

UNA FAMILIA CON HISTORIA EN IMMSA

Leonel Serrato Sánchez
Pulso/ 21 de junio

Faltan 463 cuatrocientos
sesenta y tres días.
En el séptimo jueves, a las víctimas, Dios les cuide.

Desde que se anunció que regresaría el auge minero a Cerro de San Pedro, el mineral fundacional de nuestra ciudad capital, San Luis Potosí, hubo una oposición férrea.
Primero fueron los propios sanpetrinos quienes ejercieron críticas al proyecto de explotación minera, pues no les cabía en la cabeza que pudieran sacarse más minerales; algunos abandonaron su posición y otros siguieron tercos en la misma.
Luego se sumaron especialistas que, al conocer la naturaleza de la extracción mineral dieron las primeras voces de alerta ambiental, y los riesgos a que estaba expuesta la capital potosina, por su cercanía de apenas 8 kilómetros al lugar de los trabajos.
Pronto se dio a conocer que la empresa que había adquirido los derechos de explotación era Metallica Resources Incorporated, una entidad canadiense cuya especialidad industrial es el beneficio de minerales preciosos mediante la voladura del sitio, su pulverización y luego “lavado” con sustancias de suyo venenosas, un procedimiento que se denomina de Tajo Abierto, con un poder económico inmenso, con activos por más de 140 mil millones de dólares y presencia en Chile, Perú, Brasil, México, y Canadá.
Me confieso totalmente neófito en las cuestiones mineras, no obstante que mi abuelo y tíos maternos fueron trabajadores de la American Smelting and Refining Company, ASARCO, luego convertida en Industrial Minera México, en la que trabajo durante unos meses mi hermano mayor; la familia de mi madre vivió y creció en Morales, y yo pasé los mejores años de mi niñez, cuando estudiaba secundaria, en la casa de mi abuela, doña Silvestra; pero me queda claro que a mi hermano mayor le fue ordenado dejar ese trabajo porque empezó a enfermarse seriamente, tosía y enflacaba como salario mínimo; mi abuelo don Santos murió de un infarto una mañana, justo antes de que tocara el silbato de entrada a su turno en la empresa para la que trabajó desde los años veinte; yo mismo padezco una alergia incurable, esa que me baña en mocos por temporadas, y más ahora que la pseudoefedrina está prohibida.
Mi recuerdo más intenso de la fundición de Morales es el trenecito de dos góndolas tirando desperdicios incandescentes en un cerro de cenizas, hoy petrificadas, y a mi abuela yendo a la administración de la empresa a rogar por su pensión (que nunca obtuvo) cada día de pago, como se había quedado ciega, yo era su lazarillo.
Quizás por eso estoy predispuesto a considerar que el trabajo minero es una experiencia humana devastadora, que merma, asesina poco a poco a las personas, pero me resulta una gran contradicción, porque justo nuestro San Luis nació merced a un Real de Minas, y viniendo yo de mineros no sé si amar el oficio que nos dio de comer, u odiar al trabajo que asesinó a mi abuelo, llevó a la mendicidad a mi abuela, y a mí me dotó con una enfermedad respiratoria incurable.
Pensar que la compañía Minera San Xavier, cuya propietaria es la canadiense referida, en lugar de socavones y fundición tendrá ahora explosiones con dinamita para ir pulverizando el cerro, gigantescos camiones, bandas transportadoras, inmensas “tinas” de lavado con cianuro (sí, el veneno de las telenovelas y películas) para despojar de impurezas al oro, y que destruirá poco a poco durante varios años a San Pedro, usará de la escasa agua del valle, envenenándola tal vez, me sobrecoge, y me devuelve a la contradicción: Empleo bien pagado para una zona que ha estado en el abandono durante décadas, sirviendo de patio trasero a la capital potosina, o preservar nuestra ciudad, nuestra salud, nuestra vida, y la memoria de nuestros ancestros.
El problema que genera la compañía Minera San Xavier tiene varios puntos de vista: el primero tiene que ver con el desarrollo, el imperativo de procurar empleo, generar riqueza, abatir el subdesarrollo, y alimentar al ávido mercado.
El segundo es el que tiene que ver con el medio ambiente, el conservacionismo, el darle valor a un pequeño cactus, a una campamocha o una liebre, lo mismo que a un ser humano, en razón de tener a la Tierra como ente vivo y frágil.
El tercero es el de la legalidad.
¿Cómo empatar las tres cosas? Para los potosinos es de vital importancia lograrlo, y sin embargo parece que el cumplimiento estricto de la ley y de las órdenes de los jueces está reñido con la generación de riquezas, y el ser rico pasa por la certeza de que el medio ambiente no interesa.
En la lucha por esa reflexión ha habido sobre todo violaciones flagrantes de las leyes vigentes, no sólo las de nuestro país y las potosinas, sino las regulaciones internacionales previstas en el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (del que forman parte México, Estados Unidos y Canadá); la corporación minera ha inobservado disposiciones legales en su propio país, las que le obligan tajantemente a no tomar ventajas indebidas, o corruptas, cuando actúa y hace negocios en el extranjero; las leyes canadienses reprueban las prácticas que hasta la fecha viene llevando a cabo la empresa.
En este tema se ha pasado por encima de la historia, de la vida natural y de las personas que se oponen; se han movido centros de población enteros, se ha corrompido a las autoridades, y se han pasado por el arco del triunfo las garantías sociales e individuales de los habitantes de Cerro de San Pedro y de San Luis Potosí.
En el medio de esas polvaredas ha quedado un ciudadano potosino de innegable rectitud, integridad y compromiso social, el licenciado Enrique Rivera Sierra, quien siendo asesor legal del movimiento opositor a la explotación irresponsable en San Pedro, empezó siendo hostigado por los diversos niveles de gobierno, luego perseguido ferozmente por el gobierno estatal potosino para que desistiera de su intervención en el tema, y finalmente amenazado de muerte y de dañar a su familia. ¿Puede Usted creer que un ciudadano potosino, ahijado del doctor Nava, miembro de una respetable y dignísima familia de tradición cívica inigualable, ha tenido que irse de San Luis?
Enrique Rivera tuvo que presentar una solicitud de protección de la justicia canadiense; en breve defenderá su caso ante un tribunal de esa nación, y de serle otorgada la protección que pide, sería verdaderamente inaudito que en México, un país de libertades, en San Luis, un estado punta en la lucha cívica y democrática, se tenga a uno de los nuestros desterrado y asilado en un país extranjero por defender con dignidad un valor mínimo: el cumplimiento de la ley.

Ingenuidades
El Jefe de Utileros de Su Majestad, el inmenso Carlos Fernández Galván, sonriente, amable, me echó ayer una mentira de su tamaño, dijo que El Inmarcesible había llegado a las 5 de la tarde y que no saldría sino hasta las 10 de la noche, yo pensé en lo laborioso que era, y hasta me sonrojé por llegar a las 6 en punto; pero no fue así, la mentirijilla era sólo una inocentada para proteger la llegada de Su Alteza Serenísima que ingresó justo a las 7 de la tarde con 14 minutos, medio minuto después de que nos habíamos retirado. Sincronía. Eficiencia. Meello. Un consejo al Gobernador: No hay que temer a quien da la cara, téngale miedo a quien le ve la cara.

lserrato@prodigy.net.mx
leonelserrato.blogspot.com

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